Sé que hay poco tiempo para descansar entre proyecto y proyecto. Sin embargo, pequeños «breaks» dentro del proceso creativo son indispensables. Tomarse 5 o 10 minutos de cada hora que dediquemos a darle vueltas a la cabeza, además de ser sano ayuda a dar un nuevo enfoque.
La creatividad se basa en la ruptura de lo lineal de nuestro pensamiento. La rutina se basa en la automatización: un estímulo es igual a una reacción. Por tanto la rutina machaca nuestra creatividad y cualquier cosa que hagamos para romperla nos beneficiará. Los viajes, los videojuegos o un paseo al aire libre, son prácticas beneficiosas.
Es buena idea hacernos con piezas que nos ayuden a tener ideas, ya sean dibujos, cuadros, trabajos realizados por ti o por otros, música que nos evoquen sensaciones, libros, comics, muñecos, pósters… y rodear nuestro espacio de trabajo con ellos.
Consiste en buscar el punto de vista de alguien ajeno al proyecto creativo, a poder ser, que desconozca por completo el tema. Ponte a charlar con tu madre, tu amigo el que estudia filosofía, el panadero… Aunque seguramente no podrán aportar ideas creativas, si alimentarán tu creatividad gracias a la diferente percepción que cada uno tiene del mundo que les rodea.
Mítica opción para poner en práctica en grupo. Consiste en plantear todas las ideas que se nos pases por la mente, por descabelladas, absurdas o estúpidas que sean. Al no descartar nada, una idea mala puede sentar las bases de la idea definitiva.
Se parte de una idea base, tal vez simple y obvia, y se derivan de ella 10 ideas. Se repite el proceso con estas ideas derivadas, y de nuevo con las resultantes. De esta manera se consigue ampliar la cantidad de enfoques, y según avancemos en el proceso, los nuevos conceptos irán tornándose cada vez más alejados de la idea principal.
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